Laila Ripoll no se limita a hacer declaraciones tan tajantes; de ello habla en esta obra. En estos momentos de reivindicación de la memoria histórica, su obra reflexiona sobre lo que ocurrió y se negaron a contarnos.
El escenario elegido para denunciar la violencia sobre los más débiles es el desván de un orfanato en el que cuatro niños se encuentran encerrados. Allí viven sus miedos, sus carencias afectivas, su desamparo y su pérdida de identidad.
El encierro al que se ven sometidos los protagonistas provoca la reflexión sobre lo que ocurrió en la España de la posguerra, sumida en la represión y el hambre, las responsabilidades de los distintos colectivos en los hechos ocurridos, la necesidad de cumplir el deber moral de identificar y enterrar ritualmente a los muertos y la confianza en el poder regenerador de las jóvenes generaciones.