Las vivencias traumáticas que no se superan se transmiten de padres a hijos. El sufrimiento provocado por la Segunda Guerra Mundial sigue removiendo antiguas heridas y el miedo experimentado se transfiere como una vivencia grabada a fuego en la memoria de todos aquellos implicados de algún modo en ella, generación tras generación. Los niños ven el mundo con distintos ojos que los adultos; también la guerra. No aciertan a entender la verdadera naturaleza de las desgracias que trae consigo un conflicto bélico, las interpretan a su manera y desde una perspectiva que responde sólo a la verdad y que por eso resulta aterradora. En este libro no sólo hablan los niños de la guerra alemanes, sino también los de Polonia, los de Francia, los de Inglaterra y los de la antigua Unión Soviética. La visión de cada uno de estos pequeños y la fuerza de sus testimonios construyen un nuevo escenario, una nueva perspectiva sobre el panorama europeo de aquellos años, sobre lo que significó ser niño en la guerra.
Los padres de Yury y Sonya Winterberg conservan intactos sus recuerdos de infancia, la ignominia de algunas circunstancias, el desprecio de los nazis, el miedo. todavía hoy. En Los niños de la guerra recogen con un estilo periodístico lleno de claridad y franqueza 52 testimonios que describen el conflicto desde el principio hasta el final y gracias a la fuerza de las historias, de las cartas de los padres a los hijos momentos antes de ser fusilados, de las fotografías de los álbumes familiares y de los dibujos infantiles obtenemos el mapa emocional, la intrahistoria, del que sin duda ha sido uno de los acontecimientos bélicos de mayor impacto del siglo xx.