Alguien dirá que hay muchos motivos sobre los que escribir, y yo no pienso llevarle la contraria. Sí te diré, apreciado lector, que a mí me gusta sentarme en la terraza de un café e imaginarme lo que les acontece a los que deambulan por la calle; lo que tendría que decirse esa pareja de la mesa próxima que están enmudecidos; el problema que le atosiga al solitario que ingiere con rapidez su copa. A veces, también me gusta escribir sobre mis recuerdos y mis sentimientos. Aproximadamente, esto es lo que encontrarás en estos relatos. ¡Un novel de ochenta años!