Una mirada inclemente a los intersticios de nuestra cultura y civilización.
Los monstruos del silencio parte de una reflexión: el silencio como punto de partida del sonido, como la nota necesaria para la creación, el ruido o la música. A partir de esta imagen, la autora reflexiona sobre los márgenes y los bordes de la cultura y la civilización, esos espacios incatalogables, irracionales y desconcertantes que desafían a esa visión de mundo convencional, estable y consistente que se presenta en los medios masivos, la publicidad, la historia y el lenguaje más estandarizado y consecuente. La respuesta más habitual a estos espacios o manifestaciones es el rechazo o el desencanto.
Sin embargo, Los monstruos del silencio encamina y dirige al lector en el examen y la comprensión de aquellas zonas sobre las que generalmente callamos, sobre las que el hombre común prefiere prescindir y franquear ciegamente. Ciudades en ruinas tras las guerras, mercados dirigidos al sector social más marginal de una ciudad, la impersonalidad de un aeropuerto o la hiperviolencia en algunos géneros cinematográficos son algunos de esos terrenos tan inestables como sugerentes y desconcertantes.
Una mirada inclemente a los intersticios de nuestra cultura y civilización.
Los monstruos del silencio parte de una reflexión: el silencio como punto de partida del sonido, como la nota necesaria para la creación, el ruido o la música. A partir de esta imagen, la autora reflexiona sobre los márgenes y los bordes de la cultura y la civilización, esos espacios incatalogables, irracionales y desconcertantes que desafían a esa visión de mundo convencional, estable y consistente que se presenta en los medios masivos, la publicidad, la historia y el lenguaje más estandarizado y consecuente. La respuesta más habitual a estos espacios o manifestaciones es el rechazo o el desencanto.
Sin embargo, Los monstruos del silencio encamina y dirige al lector en el examen y la comprensión de aquellas zonas sobre las que generalmente callamos, sobre las que el hombre común prefiere prescindir y franquear ciegamente. Ciudades en ruinas tras las guerras, mercados dirigidos al sector social más marginal de una ciudad, la impersonalidad de un aeropuerto o la hiperviolencia en algunos géneros cinematográficos son algunos de esos terrenos tan inestables como sugerentes y desconcertantes.