En esta obra, su autor muestra cómo los monasterios son centros de retiro, de la vida religiosa y de cultura, y como tales existieron en formas muy variadas a lo largo de la antigüedad, no siendo en modo alguno una exclusiva de la fe cristiana. Su creación, por cuanto significan de rechazo o huida de la ciudad, es tan antigua como la ciudad misma, y muy anterior, por tanto, a la llegada del cristianismo.