Esta actividad ha sido acogida, de golpe, con entusiasmo tanto por los niños como por los educadores. Sin forzosamente comprender todos los mecanismos que se ponen en marcha durante esta actividad, estos adultos se han dado cuenta rápidamente de que los niños que las habían practicado desarrollaban una concentración más sostenida, propicia a un mejor aprendizaje. Además, mejoraba la cohesión de la clase y -¡Oh maravilla!- desde el principio de la actividad, se instalaba el silencio.