Argumento de Los Ladrones de Cerebros
A Braulio le estaba cayendo bien aquel alemán, se le veía buena persona, un hombre sencillo, simpático y dicharachero. Incluso había llegado a pensar que el alemán pagaría las consumiciones, así lo veía de legal y de majo al tío. La verdad es que no sabemos si tuvo en algún momento esas intenciones, pero el caso es que no pudo llegar a hacerlo, aunque esa hubiera sido su intención, ni siquiera llegó a responder a Braulio, porque en ese preciso momento hizo un gesto muy raro, algo así como si alguien le hubiese enseñado el recibo de la luz, y después se dejó caer del taburete donde estaba sentado, sin decir ni pío. Braulio instantáneamente comprendió que a aquel tipo se lo habían cepillado, sobre todo cuando vio el mango de un cuchillo de Albacete, auténtico, de considerables proporciones, que le asomaba por la espalda y pudo comprobar que en el suelo se iba formando un hermoso charquito de sangre. Si sería agudo y profesional el tío.1