Argumento de Los Espejos del Yo
El 1 de octubre de 1934, el editorial del diario La Época se hacía eco, entre objeciones, de los diversos homenajes tributados a Miguel de Unamuno con motivo de su jubilación como catedrático de la Universidad de Salamanca, al tiempo que lanzaba la siguiente pregunta: ¿Quién no se ha sentido un poco humillado y vejado por este desprecio absoluto al lector que Unamuno hace patente con esa especie de voluptuosidad que parece sentir al contradecirse, replicarse y contrarreplicarse de continuo?. En alusión también a la heterodoxa actitud del autor para con su público que se observa en la obra del escritor vasco, López Aranguren subrayaba al cumplirse el centenario de su nacimiento una especie de impudor espiritual que le hace dirigirse al lector, rompiendo todas las barreras de la contención, ansioso de violar también, como los violadores carnales, las entrañas de su alma. Podrían añadirse muchas otras citas en las que lectores de Unamuno han dejado constancia de la desconcertante experiencia que supone adentrarse en sus textos, los cuales conceden un papel protagonista al receptor pero en patente rivalidad con una poderosa voz autorial.
El propósito de este libro es analizar la original concepción de las relaciones entre autor, texto y lector que se plasma en la novelística de Miguel de Unamuno, atendiendo a sus procedimientos narrativos y sus repercusiones existenciales, desde la premisa de que en su empeño por vincular los procesos de interpretación literaria a los mecanismos de formación de la subjetividad, el escritor vasco se vio obligado a superar los moldes estéticos tradicionales y forjar una novela de marcado carácter experimental (y más concretamente, metaficcional).1