En este ensayo, heterodoxo y polémico como todos los suyos, glucksmann hace algo más que poner frente a frente la ironía de Sócrates y el nihilismo de Heidegger. Para este autor, la filosofía exige pensar a fondo la finitud humana y las constantes tensiones entre el individuo y la comunidad, en las que nos jugamos gran parte de nuestro destino.