Cuando en agosto de 2013 la segunda jefatura de la embajada de España en Guinea Ecuatorial queda libre, Luis Melgar lo tiene claro: va a ser suya. Las intensas relaciones con la penúltima colonia española, que sigue mirándose en muchos sentidos en su antigua metrópolis, hacen de Malabo un destino apetecible para el joven diplomático, su marido Pablo y su perro Churchill, que esperan poder vivir su propia aventura africana.
Los preparativos para la mudanza, sin embargo, pronto se convierten en un curso acelerado de guinealogía, una ciencia en la que lo imprevisible es la norma, con contenedores llenos de muebles que tardan meses en llegar a su destino, trámites interminables regidos por el caos, peticiones de visado en cada esquina y una consigna que Luis pronto hará suya: en Guinea lo fácil es difícil, lo difícil es muy sencillo y lo imposible se consigue sin pestañear.
Una vez en África, el surrealismo se sucede en la embajada, igual que las visitas sin freno de los familiares de ambos, y una figura se erige como protagonista absoluta de la vida cotidiana de Luis y Pablo: Yolanda, la joven bubi que se encarga de su casa, fuente inagotable de sentido común y oráculo de usos y costumbres de la isla, para quien todas las actividades de los recién llegados son motivo de la más absoluta perplejidad.