Ye, Ye, Ye. Y la revolución se puso en marcha. Las chicas a la vuelta de la esquina de casa y lejos de la mirada familiar transformaban sus faldas en minifaldas y objeto de deseo. Y los chicos comenzaron a dejarse crecer el pelo por encima de las orejas transgrediendo el primer mandamiento paterno peinarás como tu padre y tu abuelo. Chicos y chicas dejaron de vestirse por primera vez como sus padres. Y los padres acabaron vistiéndose como sus hijos.
Y en eso llegó el twist y el baile se manifestó como acto de libertad y movimientos voluptuosos. No había boda o comunión que no acabara en manifestación coral y algún que otro invitado con lumbago. Los Beatles sirvieron de banderín de enganche para el nacimiento de miles de conjuntos por la geografía española. La guitarra eléctrica mató a la estrella de la Copla. Fueron nuestros años despreocupados, de la televisión a plazos y el transistor en el bolsillo del pantalón, de la vajilla de Duralex y las misas con ritmo de tambores celestiales. Sor Ye-Yé y Sor Citroën.
Las camisas ya no necesitaban planchado y el café se disolvía misteriosamente en el agua. La vida parecía pintada con colores escubidú y hasta los angelitos del cielo reclamaban su derecho a ser negros. El ye-yé era este nuevo mundo, moderno, juvenil, ligero, y de fantasía. El triunfo de la semántica de lo mini. Minifalda. Mini-short, Minipimer y Mini Cooper.
Los años ye-yé. Cuando España hizo pop es la crónica con humor de esos años que dejaban atrás los últimos coletazos de la postguerra. La vida se refleja en un gran escaparate donde la juventud afirma sus nuevos modelos. Una generación que no había vivido la guerra y mostraba su insolencia. El adjetivo joven se puso en el centro de gravedad de la Tierra y el mundo comenzó a girar a base de onomatopeyas: da doo ron ron.
La publicidad puso modernidad en periódicos y revistas y una mujer rubia en un caballo blanco transformó la televisión en la nueva caja mágica. La Familia Telerín ordenaba nuestro descanso infantil cada noche. Los médicos televisivos como el Dr Kildare todavía tenían modales y los detectives se paseaban en bañador Meyba.
Un país que se dividía para no perder la costumbre, entre Raphael y Serrat o Los Brincos frente a Los Bravos. Y donde el mejor plan de desarrollo, de momento, era no aburrirse.