Pasábamos una vida razonable y gustosa, aumentando si hera posible nuestro afecto y cariño, y atendiendo cada uno a las obligaciones que estaban a su cargo , hasta el año de ochocientos seis, que se trató de establecer y estableció, en efecto, unas Reales Fábricas de Cristales, habiéndola habido ya de salitre que no tubo útiles resultados y se había suspendido. Con este motibo hice algunos ajustes para derribar, con orden superior, la abandonada Yglesia y torre de San Adrián, y conducir sus materiales a la obra que se construía, toda de mi cuenta, en cuya contrata gané algún dinero, con el cual y una buena cosecha que hice de garbanzos aquel año, me puse en estado de aspirar a la clase de proletario, y pude comprar las tierras que en esta villa tenía la Cofradía de la Cruz; y me preparé para tomar las que tenía en la villa de la Fuente que heran en mayor número y mejor calidad. Lo que ni tubo efecto por los consejos e intrigas de un combecino que no quiero nombrar, y en lo que se ocasionaron perdidas considerables pues, además de los vales que tomé con este objeto y han desaparecido para mí de varios modos, me ha ocasionado otras varias que sería prolijo explicar.
Pasó pues está época que fue y ha sido la más sosegada y grata de mi vida, para entrar en otra totalmente opuesta y la más miserable que pueden tener los hombres, dando principio con el fallecimiento de mi muy querida madre en la flor de su hedad, y ocasionada de una caída viniendo de la Naba en una pollina . Este suceso llenó de luto mi corazón y el de toda la familia que la estimaba como merecían sus virtudes y el reconocimiento de sus hijos, por quienes tanto se había afanado y tan malos ratos llebó. En fin, el desconsuelo de mi padre y el nuestro cedió algún tanto al tiempo y a las consideraciones racionales, quando vino a vorrarle casi del todo el consuelo de acontecimientos que no sé si acertaré a describir .