Sin darnos cuenta, en cada decisión que tomamos, por pequeña que parezca, marcamos la dirección que queremos darle a nuestra vida.
Cuando decidimos recorrer junto a alguien un tramo de nuestro camino, independientemente de la cantidad de tiempo compartido, debemos prestar mucha atención a todo lo que esa persona nos enseña y nos muestra del exterior y de nosotros mismos. Lo cotidiano y lo extraordinario, nada sucede por azar. Darnos cuenta de que todo es causalidad y no casualidad, nos permitirá aceptar casi cualquier cosa que nos suceda y más cuando el 80% de nuestra vida sólo depende de lo que nosotros mismos elegimos.
Y este es mi actual objetivo: decir sí, vivir y aceptar. El encuentro con un perro perdido, el empeño en recogerle y la lección aprendida al conocer a su dueña, me ha permitido recordar lo más simple de la vida y que a veces, en el ir siempre corriendo, olvido. Este relato no es más que una sencilla y honesta reflexión, que escribo para poder releerlo cuando sin querer lo olvide y que regalo para dar las gracias a todas aquellas personas que forman y han formado parte de mi vida, a las que seguramente nunca se las di.
Gracias a todos.