Este libro es un espléndido análisis de los celos.
Rotem está echada en una cama. A su lado, su hija Nili se empeña en leerle la novela que ha escrito describiendo la relación entre ellas. En esos folios Nili vuelca el odio hacia su madre, que no es más, ni menos, que un cúmulo de celos por lo que la madre ha representado, por su forma de ser mujer, por su manera de soportar lo que viniera gracias a una estabilidad interior que ganó gobernando su cuerpo con el ejercicio físico y la meditación.
Hacía dos años que no se veían: Nili se fue a Londres, negando sus emociones y la realidad de su propio cuerpo; pero ahora ha vuelto, y entre ambas mujeres se instala una ternura donde aún habitan el miedo y el rencor. Será el cuerpo -el rozar de las manos primero, la mirada después, la piel cansada- el lugar donde empieza la reconciliación: Lo que el cuerpo sabe abre las ventanas a lo que no queremos saber.
Este libro es una de esas novelas que encienden una cerilla en esas grietas profundas del ser humano: es entonces cuando, para bien y para mal, vemos. Que nos guste o no lo que vemos, ya corre de nuestra cuenta.