Argumento de Lo Perdido
Ecuadernación: Rústica
Una de las virtudes que buscamos en un autor es que nos abra su mundo, que nos deje entrar en su casa, la más íntima, la que una vez amó y que, tras años de convivencia, es capaz de mostrarse tal como es: el jardín, la cocina, el espejo de tres lunas, la abuela, sus manos húmedas como semillas germinando al sol. La otra virtud es que nos enseñe a leer, no su mundo, sino el nuestro, el que hemos olvidado y buscamos recobrar.
Así es el lenguaje de Dulce María González, que nos entrega un recuento de sus días, de las mujeres que la antecedieron, del ardiente y desnudo Caribe. En este exquisito
poemario vemos que lo perdido es aquello que no se pierde: «mujeres en sus marcos de madera / daguerrotipos para la sala que compró mamá / con sus primeros sueldos / [...] plantas en la terraza de mi abuela / un canario», pues todo permanece sin tiempo: el olor a fruta, el sonido del mar, Campeche. Maestra de la lectura, Dulce María González es lectora de los otros que viven en ella, hiedra asida al muro, tierna lluvia de huerto.
Este libro comunica antes que nada una intensidad rara, inesperada, y lo hace porque nace de la necesidad de poner en común, de compartir. (Antonio Méndez Rubio)0