El ciervo que, víctima de un espejismo, ha corrido todo el día para encontrar agua, se siente infeliz cuando se pone el sol. De igual forma, el hombre lucha toda su vida por conseguir una felicidad ilusoria antes de morir con sufrimiento. Todos los seres humanos creen poder alcanzar la felicidad gracais a personas o a objetos exteriores, pero es en vano.
Un perro, por ejemplo, puede obstinarse con un hueso, hasta el punto de hacerse sangre en las encías, pero, por lo menos, quedará satisfecho del gusto de su propia angre. Es totalmente imposible alcanzar la felicidad por medio de personas o de objetos exteriores, y el mismo hecho de buscarla en el exterior, nos demuestra claramente que no es la verdadera felicidad.