Actores, actrices y cantantes, locutores y periodistas, pero también políticos, oradores, profesores, conferenciantes, profesionales de las ventas...; todos ellos tienen en común que, en mayor o menor medida, dependen de la voz para ejercer su profesión. La voz es su instrumento de trabajo. Y, como cualquier instrumento, hay que saber manejarlo para obtener el mejor rendimiento y cuidarlo para que dure.
El uso de la voz nos exigió a todos un largo aprendizaje: el potente llanto del recién nacido, nuestros primeros balbuceos, las palabras aprendidas imitando a nuestros padres, la adquisición de vocabulario y la capacidad, por fin, de comunicar plenamente nuestras ideas y emociones. Después, con los años, muchas veces lo olvidamos y damos por supuesto que ya sabemos utilizarla, que tenemos una voz para siempre, que siempre será la misma y siempre dispondremos de ella para expresarnos. Pero si vivimos de nuestra voz, es imperativo que sepamos hacer un buen uso de ella. Debemos saber cómo se produce, para mejorar la dicción, por ejemplo; cómo utilizarla con la mayor eficacia, y cómo cuidarla, para evitar perderla cuando más la necesitamos.