Ismael Carmona, un chiquillo de doce años a quien la fortuna repartió mala mano, repasa su historia vital desde el día en que acaeció la muerte prematura e inesperada de su progenitor, en un pueblo perdido entre montes. De físico muy desagradable, huérfano de padre y con una mamá casquivana y descuidada que le introduce a un padrastro alcohólico y despectivo en el hogar, a Ismael, pobrecito de él, se le comienza a agriar el carácter y nublar la razón debido a tanto padecimiento. Hasta el punto de que, un día malhadado, acaba asesinando a su propia madre, dando comienzo con este primer atentado a una cadena aparentemente inacabable de crímenes sangrientos y vengativos.
Su mal control de las emociones y otras circunstancias perversas le conducen, de muy niño, a ser recluido en un internado, primero, y en un hospital psiquiátrico más tarde, donde entretiene las horas aplicado a la lectura de todo tipo de novelas y ensayos, costumbre gracias a la cual acaba formándose un carácter ciertamente cultivado a la par que cruel y violento.
Años más tarde, ya adulto Ismael y poco después de comenzar a desempeñar labores como fotógrafo ambulante en una empresa insignificante de Madrid, una serie de crímenes perpetrados contra muchachas jóvenes sume en el terror a la ciudad. Los servicios policiales, pese al ingente número efectivos movilizados, caminan despistados en sus labores de captura del que ya se conoce en toda la capital como el Asesino del Ajedrez. Como última salida, desde la Jefatura Superior acaban reclamando los servicios del Inspector Sergio Núñez Kirkpatrick, integrante de la Brigada de Homicidios de Barcelona, un detective especialista en perfilación criminal.