Con esta frase María Luisa Huertas pone fin a la novela, y en ella se resume todo su contenido.
Los personajes protagonizan la historia móvil y escurridiza de los que se someten al frágil destino impuesto por el azar.
Todos ellos parecen ir montados en una nave a la deriva sobre unas aguas sin fin. Sus vidas son un constante trasegar de desilusiones y de desesperanzas que son el motor de la incesante huida de una realidad aparentemente insuperable.