Daniel nació sin suerte, y sin suerte murió. No hubo túnel, ni luz, ni familiares que le esperaran, sino otras experiencias que no se cuentan para no acrecentar el temor a la muerte. A pesar de todo, fue capaz de trasmitirle esa situación a su madre, quien, desesperada, inició una lucha para encontrar un modo de ayudarle y poder acceder a él. Descubriendo en el camino que la muerte no es el fin.