Argumento de Las Preguntas de Zapata
De todo corazón desearía comer el fruto del árbol de la ciencia, y me parece que la prohibición de comerlo es bastante extraña. Puesto que Dios concedió la razón al hombre, debía parecerle bien que se instruyese, ¿o acaso prefería que su servidor fuese un ignorante? Desearía también hablar con la serpiente, tan ingeniosa ella. Anunciar únicamente la moral, ¿no sería prestar un servicio a los hombres? Esa moral es tan pura, tan santa, tan universal, tan clara y tan antigua, que bien debe provenir del mismo Dios, como la luz que entre nosotros se tiene por su primera creación. ¿Permitiréis que anuncie estas verdades a la noble nación española? Si deseáis que oculte esa verdad, si me ordenáis absolutamente que anuncie los milagros de Santiago en Galicia, y los de Nuestra Señora de Atocha, y los de María de Ágreda que mostraba el culo a los niños en sus éxtasis, decidme cómo debo tratar a los refractarios que osen dudar de ellos. Cuando encuentre doncellas judías, ¿debo acostarme con ellas antes de mandarlas quemar? Y cuando estén asándose, ¿tendré derecho a retirar un muslo o una nalga para cenar con unas católicas?1