Jesús intentaba llevar al pueblo a descubrir la presencia de Dios en la vida, pero, en última instancia, el pueblo tenía que descubrir esa presencia por sí mismo. Por eso, al dirigirse a la gente que le escuchaba, Jesús tenía que hacer saltar la chispa dentro de la cabeza de sus seguidores. Y para ello nada mejor que las parábolas, enseñanzas sacadas de las cosas de la vida que el pueblo conocía, entendía y vivía. Sin esos ejemplos, las gentes sencillas nunca habrían llegado a descubrir lo que Jesús quería comunicar sobre Dios y sobre el Reino de Dios.