Nada produce más riqueza en la punta de nuestra lengua que la marranada sofisticada: un poeta barroco dirá que «le han roto la luna del armario» y Quevedo apuntará que «ya solo tiene la flor del berro», aunque hoy el juego definitivo con rima agazapada es el «teto».
Este libro es una cama redonda. Todo lector se puede sumar a la orgía dando sinónimos aquilatados de todas esas palabras que nos prohíben decir, pero que se dicen con ganas. Un texto estricto y sabio sobre el tema más universal. Una cuestión de la que depende nuestro futuro como especie, pero también nuestra fantasía, nuestra risa y nuestra libertad.