Sin embargo, Saussure no se decidió a publicar los numerosísimos trabajos realizados sobre los anagramas en su integridad. Su propósito era establecer de manera indudable que los poetas griegos y latinos componían sus versos partiendo de una palabra-tema cuyos fonemas se debían emplear conforme a ciertas reglas. ¿Era una opción libre de los autores o más bien una norma impuesta por cierto código de la época? Además, parecía que incluso la prosa latina y el lenguaje del teatro estaban a veces sujetas a estas reglas anagramáticas. ¿Era mero gusto que las empleara, por ejemplo, un estadista tan ocupado como Julio César en algunos de sus textos? Por no poder ofrecer pruebas completas y demostrar la función general de esta regla de composición dentro de la escritura greco-latina, Saussure prefirió guardar silencio.
Agrupando todas las publicaciones parciales con los textos todavía inéditos, Jean Starobinski presentó por primera vez en 1971 la totalidad de esta investigación. Al comentar sus principales etapas, señala todas las vacilaciones y escrúpulos del gran lingüista, que permiten apreciar de cerca su peculiar estilo de trabajo y su asombrosa honestidad científica. Los conocidos avatares de su teoría principal, recogida dificultosa y finalmente en su Introducción general a la lingüística, se debían a un «horror a la escritura» (Saussure), que también afectó la presente investigación. Starobinski supo vencer magníficamente este obstáculo al dar coherencia y estructura al conjunto de los fragmentos sausurianos con sus comentarios y notas, rescatando así un descubrimiento de primer rango dentro de la teoría y la historia de la escritura. Tenemos ahora, gracias a él, el segundo de los dos únicos libros de uno de los mayores genios de comienzos del siglo xx.