Antes de su reclusión, se reunió con un empresario vasco que se negaba a pagar a ETA el impuesto revolucionario. Acordaron que si él o alguien de su familia eran asesinados, Toinou debería buscar a un tal Itzala y liquidarlo.
Libre de las rejas, pero atrapado por su pasado y la memoria de todo un pueblo, ha llegado la hora de cumplir con su palabra.