Jorge F. Hernández recuerda a un hombre para quien ?lo suyo era entablar una conversación, y ya armada la tertulia, pedir coñac, jamones, quesos y cafés hasta hartarse. Jamás pagaba, pero transformaba el tedio de cualquier atardecer en conversación inolvidable. No encuentro mejor explicación para definir la intención de estos textos que reproducir aquí la frase con la cual aquel fantasma de Madrid enganchaba a los incautos: ?Acepto controversia'"