La memoria viaja sobre los hombros del lenguaje. Los recuerdos aquí no son pasado, son una reconstrucción de la vida por medio de las sensaciones y de una mirada táctil.
El impacto de las pérdidas hace tambalear la existencia cotidiana. Esa excitación, ese levantarse en la caída, es el punto de partida de este libro emocionante.
Estamos ante un realismo íntimo, donde golpean a puñetazos la conmoción y la sorpresa, pero que rechaza la convención de lo mágico como etiqueta limitadora. Al contrario, reclama más realidades: la que se oculta, esconde o se disfraza. La literatura viene siendo nuestra intrahistoria, y el camino que aquí va abriendo la escritura es un paso clandestino, con tramos inquietantes, que nos conduce al paisaje de la emoción.
Pero son relatos, los de Las llamadas perdidas, que se rebelan contra la fatalidad. En ellos surgen siempre personajes que luchan, cuerpo a cuerpo, contra la adversidad y la tristeza. Se hacen fuertes con su brizna de esperanza, con sus puñetazos de humor e ironía.