Durante la Guerra Civil hubo personas capaces de dar lo mejor, y también lo peor, de sí mismos. La novela pone de manifiesto estas dos realidades y se aleja de la visión interesada y parcial de malos contra buenos creando historias que se unen para después separarse. En Las lágrimas de la verdad descubrimos personajes que, para alcanzar el poder, no sienten ningún escrúpulo en fomentar el odio o recurrir a la traición. Por el contrario, hay quienes se esfuerzan en buscar espacios de convivencia a través del corazón y no de la razón, a pesar de que sus creencias sean antagónicas.
José Luis González Deza con la precisión y buen hacer de un maestro de ceremonias hace desfilar por estas páginas a sus protagonistas, verdaderos arquetipos de carne y hueso (la magia de la palabra insufla vida), compartiendo un tiempo y un espacio: los años convulsos de la Guerra Civil a lo largo del territorio aragonés. Mientras unos se dejan arrastrar por sentimientos tan viles como el rencor o la envidia, otros, sin embargo, nos enseñan que la bondad que anida en el ser humano puede llegar a ser infinita, siempre y cuando se valore más a las personas en función de cómo son y no de quiénes son. Estos últimos se convierten en los verdaderos héroes del relato, y, entre este grupo de elegidos, destaca Luis, un hombre que por amor se dejará seducir, atrapar y abrazar por las lágrimas de la verdad.