Argumento de Las Grandes Superficies
TRAS recibir el último premio Unicaja, José Manuel Caballero Bonald describió este libro como una obra con mucha personalidad lingüística y con aires de estampa, de fragmentos de memoria, aire de una tradición que bebe generación del 27, pero también de la más reciente poesía norteamericana. Y si a Luis García Montero le interesó la vinculación que formula una unión sin fisuras entre la intimidad y la conciencia de la realidad, en el que se mezclan los poemas amorosos y la poesía política, Manuel Alcántara aseguró que los versos que encierra no son palabras gratuitas sino que remiten a una historia verídica, cierta, que responde a algo vivido y transitado. Para Felipe Benítez, se trata de un libro muy melancólico y de expresión brillante. Y, en su prólogo, describe a su autor con las siguientes palabras: Él se debe a sus nomadismos, a sus intrigas de muchacho eterno que no ha querido crecer más de la cuenta para no perder la confianza en las causas perdidas, que son tal vez las únicas que merece la pena ganar; él se debe a sus complots poéticos consigo mismo, a sus investigaciones sobre el terreno, a sus elucubraciones en torno al folklore o en torno a las plagas políticas, a sus ensayos y a sus
relatos, a sus tertulias mediáticas y a sus artículos de clamar al cielo con la voz serena de los escarmentados, aunque jamás de los vencidos.1