El hombre de épocas pasadas tenía su propia manera de manifestar agradecimiento por todo aquello que, de forma misteriosa, acontecía en su entorno. No ocurre igual con el hombre de nuestros días. Hoy, la vida del ser humano está limitada por normas y leyes establecidas por los gobiernos. Es posible que llegado un momento se instauren nuevas convenciones de coexistencia entre mandatarios y ciudadanos; y tal vez sea otro nombre distinto el que adopten para denominar su forma de ver el mundo: es decir, ni dictaduras ni tampoco democracias. Esto debe ser o pertenecer al pasado, pues es necesario algo diferente, donde los individuos se respeten unos a otros sin distinción de clases ni de castas, donde todos seamos, en realidad, personas de conciencia que utilizan la razón y la verdad como medio para el convencimiento. Tal vez, entonces, pueda hablar el hombre de evolución y progreso, de saber y comprender lo que hoy es un misterio en cuanto a su propia identidad.