Todos los episodios de la vida sexual humana pueden alcanzar un clímax, una cúspide. Estas situaciones cumbre son intensas respuestas en todos los niveles del sistema nervioso y endocrino, cambios en los niveles de conciencia, posibles sendas para escapar momentáneamente de la realidad mundana espacio-temporal, vías para alcanzar estados emocionales que podemos clasificar de trascendentales. La oxitocina, \"hormona tímida\", es el eje central de todos los estados orgásmicos y extáticos, y la liberación de endorfinas como analgésicos naturales explica fácilmente el efecto calmante de los orgasmos.
Durante miles de años, todas las culturas han ejercido un fuerte control sobre todos los aspectos de la sexualidad, como el parto y el amamantamiento, además de la sexualidad genital.
A pesar de que múltiples disciplinas científicas hacen hincapié en la importancia del período que rodea el nacimiento en el desarrollo de la capacidad para amar, el parto y el amamantamiento son episodios de la vida sexual humana en los que se interfiere de forma sistemática. Tanto durante el parto como durante cualquier otra experiencia sexual, el neocórtex tiene que ponerse en reposo para facilitar la producción de un torrente hormonal, de un \"cóctel orgasmogénico\" que nos permita relajarnos en la cumbre de la trascendencia. Para ello, cualquier experiencia sexual, y también el parto, precisa de \"privacy\", de la sensación de \"no sentirnos observados\".
Lo que el Dr. Michel Odent llama \"la cientificación de los orgasmos\" no es sino un aspecto más de \"la cientificación del amor\". En este momento clave de la historia de la humanidad, cualquiera que esté interesado en el futuro de nuestra especie debería preguntarse:
¿Durante cuánto tiempo podrá la especie humana sobrevivir sin Amor?.
Si hay futuro para el Amor, también hay futuro para la humanidad.