Introvertido, serio y discreto, Larry Bird ha pasado a la historia por su insaciable sed de triunfos. Un ganador nato. Y una rareza: un jugador blanco dominante en una época en la que no existían. Una persona con la que millones de espectadores se podían identificar. No era el más alto, no era el más fuerte, no saltaba apenas, pero era letal.