Argumento de Lágrimas Privadas
Ulises es un anciano que acaba de enviudar de Marieta, consumida en pocos días por una enfermedad degenerativa que la ha privado del sentido de las cosas. Además, Ulises ha olvidado pagar la prima del seguro de vida, de manera que se ve acosado por las deudas: las de la funeraria y las de la hipoteca del piso. No tiene quien le ayude, y acosado por la pena y el miedo a verse en la calle acude al hogar de los jubilados, lugar donde solo conoce a un anciano, Luis, un viejo ex contable. Pero justo al tercer o cuarto día de enviudar traba relación con otro anciano mucho más peculiar, Manolo, a quien todo el mundo llama el Lejía, un hombre alegre y a la vez misterioso que se pasea por la vida como un jovenzuelo, en lugar de como lo que es: un viejo de setenta años que en vez de aguardar la muerte sentado en un sillón, sonríe a las ancianas, bromea con los habituales y humilla a los socios más adinerados ganándoles abultadas sumas jugando al billar. Nadie sabe de dónde proceden los ingresos que permiten al Lejía el ostentoso tren de vida que lleva en relación con los demás ancianos: bebe coñac de marca, fuma puros caros y viste ropas que a la mayoría de los jubilados les están vedadas. Hambriento después de varios días sin apenas comer, Ulises acepta una invitación del Lejía a un restaurante chino. Allí, el Lejía escuchará la confesión del dolor de Ulises, y para calmarlo le invita a un porro de hachís, luego le hace partícipe de su secreto...1