Argumento de Laberintos
El laberinto representa la totalidad del Universo y constituye uno de los símbolos más antiguos de la humanidad. Desde que se encontró en el yacimiento griego de Pylos, el laberinto se propagó por el mundo hacia el norte, por toda la costa Atlántica y por el este hacia Asia y América, adquiriendo múltiples simbologías, dependiendo de las culturas y de las religiones en las que se ha inscrito.
Desde el punto de vista cristiano, simboliza la unión de la Tierra (el cuadrado) y el cielo (el círculo), pero también de la vida y de la muerte, de la muerte y de la resurrección.
En cualquier caso, el hombre constituye el punto de intersección del Todo donde confluyen cuerpo y espíritu. Adentrarse en el laberinto implica la búsqueda de uno mismo. Por ello, todo laberinto tiene dos caminos: el que se dirige hacia el centro y el que irradia de él.
Es importante experimentar el laberinto sin miedo, como hacen los niños: adentrarse y salir de él constituyen un acto de búsqueda, de encuentro y celebración de nuestro Yo.1