La inidelidad es un hecho. Ríos de sufrimiento y lágrimas han corrido bajo estos puentes. Pero, también, borrascas de alegría, logro e imaginación táctica. La mirada moralista no es aquí la más indicada, porque proviene de las víctimas.
La existencia humana es trágica, en cuanto se debate entre el deseo y sus límites. Entre ellos, la idelidad y sus promesas. La sexualidad humanizada no tiene por in principal la reproducción sino el goce. ¿Qué hacer? En esta novela se considera la inidelidad como parte sustancial de la dimensión trágica de la existencia, que oscila entre el deseo en libertad y la represión moral con sus culpas asesinas. Para enfrentar sin resolver la encrucijada, el iniel debe recurrir a la imaginación creadora. Todo ser humano es una sinfonía que merece ser escuchada. No hay, pues, inidelidad sino aición sinfónica. No hay mentirosos sino inventores de relatos que permiten volver, tasajeados y sin plumas, a la palomera. Esta novela no es cínica. Se ocupa de la invención piadosa de hombres y mujeres que retozan sobre hermosas brasas encendidas, mientras de regreso a casa van dejando en hilachas su sangrante corazón a lo largo de alambradas y avenidas.
Darío Ruiz