Su carácter de entidad extremadamente compleja hace que nos sorprendan las diferentes y, a menudo, contradictorias manifestaciones protagonizadas en ella. Lo cual se debe al poderoso atractivo que ejerció sobre todos los sectores sociales de los dos pueblos limítrofes: nobles, caballeros ciudadanos, gentes del pueblo, ganaderos, mercaderes, y los siempre numerosos grupos de aventureros, contrabandistas, ladrones, almogávares, u homicianos, interesados en ese mundo rico en tantas posibilidades y encuentros, pese a los múltiples y duros problemas.
Características tan variadas y sugestivas han ejercido, en tiempos pasados, una poderosa atracción, no sólo sobre historiadores, sino también sobre poetas y novelistas; pero fue a mediados de la pasada centuria, cuando se produjeron documentados estudios, a cargo de prestigiosos investigadores, que tanto han contribuido al esclarecimiento de un asunto, oscurecido, sin duda, por la última guerra de Granada y la imposible convivencia entre cristianos viejos y moriscos durante el siglo XVI.
El escenario en que se desenvuelven los actores, dadas sus condiciones estratégicas, ofrece una notable permeabilidad a caminos, gentes, recuas y ganados, debidamente vigilados desde fortalezas y atalayas. Profusamente segmentado, a causa de los múltiples surcos transversales, propicia la atomización de poderes y la autonomía de actuación de señores y ciudades.
Son puntos de convergencia, deseados y respetados, los puertos secos, enclavados en difíciles pasos de montaña. En ellos coincidían tropas, negociadores de paces, recuas cargadas con mercancías, esperadas en una u otra población, y controles para la recaudación fiscal, debida por traficantes, animales y productos transportados.