Carlos G. Reigosa construye con agilidad una acción estremecedora y absorbente que retrata la dialéctica embrutecedora entre la perversión de la victoria y el desvalimiento de la derrota. La crueldad resultante desborda la dimensión política para convertirse en ferocidad y desquite. La victoria del perdedor es la memoria escalofriante y turbadora de un tiempo de posguerra dominado por el terror y la violencia.