¿Podía dar la espalda a todo lo que me estaba pasando? No. ¿Podía decir que lo tenía todo bajo control? No. ¿Podía asegurar que mi vida y la de la gente que quería no empezaba a estar en peligro? No. No podía. Más allá de la Élite, después de la Misión, se asomaba la Tumba; una inmensa lápida sin nombre repleta de caballeros y secretos. Posiblemente, debí hablar de lo que sabía, pero era justamente todo lo que sabía lo que aún me mantenía con vida. ¿Debía olvidarme de mi Assassin aunque él ya no quisiera estar conmigo? No. No podía. No quería. Porque ansiaba descubrir la verdad, con él a mi lado, confiando en su palabra como hasta ahora no había hecho. Y porque era una O'Shea. Y las O'Shea nunca renegaban de su kelpie. La Tumba me abría sus puertas, pero yo ya estaba dentro desde hacía días. Y no para un entierro cualquiera.