Cuando leí la anécdota, estábamos ya a primeros de diciembre y, no sé por qué, chaladuras que le dan a una, se me metió en la cabeza que lo que valía en Rusia no tenía por qué no funcionar aquí, de manera que me propuse hacer la prueba.
Recuerdo que se me hicieron muy largos los días esperando a que llegara la Nochevieja. A mí, como nombre, me gustaba Aitor [?] Bueno, fantaseaba con que un día, en un baile o, qué sé yo, en una exposición de pintura, porque voy a bastantes, me encontraba con un chico guapo y sensible y agradable, agradable sobre todo, que se me presentaba diciendo: ?me llamo Aitor?.