Las palabras, como todo lo que es obra de los hombres, también son arrasadas por la vida: el tiempo las distorsiona, se traducen traicioneramente o sufren restauraciones profanadoras. En sueños, a veces, furiosos enjambres de palabras y letras sueltas me atormentan las sienes en un torbellino taladrador. Por eso no quiero que vuelvan. Antes de acariciarlas con mimo, yo las escupo o las vomito, o las escribo con garabatos que tras unos días me resultan ilegibles. La verdad, que siempre es dolorosa, debe durar un instante y convertirse en un suceso irrepetible.
Miguel Aguilar Urbano es químico, periodista y columnista habitual de Diario Córdoba. En 2002 publicó su primer libro, El sueño de Federico García Lorca.