La segunda razón es que cuando el hombre se encuentra en un ambiente natural sin modificaciones, tiene la gran oportunidad de aprender de ese lugar, de sí mismo y de la capacidad creadora de la naturaleza. Hombres de ciudades que vivimos, estudiamos, trabajamos o hacemos la mayoría de nuestras actividades en lugares cerrados (casas, edificios, ciudades), el estar en contacto con un espacio abierto nos produce miedos profundos y tratamos de modificar el medio para sentirnos a gusto. Pero perdemos la oportunidad de saber qué tan capaces somos de vivir en ese medio.
Finalmente, el conocer espacios naturales en vivo hace que uno llegue a amarlos, a desear que se conserven así, a viajar y a buscar más sitios naturales en donde poder disfrutar.