El 23 de octubre de 1956 explota en Budapest una insurrección espontánea. Son estudiantes, intelectuales, campesinos y obreros que luchan por un socialismo no filosoviético, sino nacional, libre y reformista.
Enviado por Il Corriere della Sera para cubrir las dramáticas jornadas de la insurrección en Hungría, el autor, maestro del periodismo italiano, llega a Budapest el 1 de noviembre, cuando los tanques rusos abandonan la ciudad para volver a entrar pocos días después. El periodista es testigo del entusiasmo de los patriotas húngaros, que vuelven a confiar en un futuro «independiente, neutral y occidental», de la sucesiva, fulmínea reocupación soviética por parte de cinco mil tanques, de las cien horas de desesperada batalla y de la violenta represión. El autor se vio obligado a deshacerse de sus notas y marcharse a Viena, ciudad desde donde comienza a redactar su crónica. En primer plano queda el relato de la batalla de Budapest, y de fondo las maquinaciones de la política internacional: las dudas de Tito, las manipulaciones de Jruschov, las precauciones de Nixon y la pasividad de las democracias occidentales. La reflexión política de sus escritos, recopilados por primera vez en un libro, pone en evidencia con extraordinaria premonición las semillas del colapso comunista que llegaría treinta años después. Sus contemporáneos no le entendieron y censuraron las tesis a contracorriente de sus artículos y su apoyo a los rebeldes, que no eran enemigos del pueblo ni demócratas en lucha contra una ideología, sino guerreros improvisados, comunistas como sus adversarios, pero decididos a retomar su patria.
El autor supo ver en la insurrección húngara un mensaje universal: la lucha contra la opresión, no importa quién sea el tirano, no puede quedar sin consecuencias.