Ni la concepción clásica no lacaniana abordan el drama del sujeto y el otro en la trasferencia, como tampoco el carácter de aquella parte de la psique que vive en el mundo sin palabras. Un niño autista tal vez no profiera una palabra, pero su lenguaje son sus gritos, su denso y preocupado silencio, y su uso mimético de las personas. Él se aloja dentro del otro y lo compele a experimentar la quiebra del lenguaje (y la esperanza y el anhelo).
El niño autista me enseñó a prestar atención a este elemento sin palabras en el adulto. Todos los capítulos de esta obra se centran, de un modo u otro, en el registro que el sujeto humano guarda de sus primeras experiencias del objeto. Esta es la sombra del objeto que cae sobre el yo y que deja en el adulto alguna huella de su existencia.
El objeto puede arrojar su sombra sin que un niño sea capaz de tramitar esta relación mediate representaciones mentales o de lenguaje (...). Es posible que sepamos algo sobre el carácter del objeto que nos afecta, pero no lo hayamos pensado todavía. El trabajo de un psicoanálisis clínico, centrado en las relaciones de objeto en la traferencia y la contratrasferencia, atenderá en parte a la emergencia en el pensamiento de memorias tempranas de existir y allegarse.