No hay una respuesta decente a este reto. Pero sí una línea de intervención inequívoca: eliminar fronteras, ampliar la comunidad de ciudadanos, supone una conquista emancipatoria. Una frontera es una mala cosa. Pero trazar una donde no existía es todavía peor. Quienes quieren levantar fronteras, en una suerte de xenofobia superlativa, no es que no quieran a los extranjeros como conciudadanos, es que quieren a los conciudadanos como extranjeros.
De un tiempo a esta parte, la izquierda española ha hecho suyo el relato de un nacionalismo constitutivamente reaccionario, cuya aspiración fundamental es crear nuevas fronteras sostenidas en ficciones identitarias, tan falsas como excluyentes, y en andamiajes conceptuales, contrarios al ideal de ciudadanía y a elementales principios de justicia. Las páginas de este libro proporcionan una crónica y una crítica de un proceso que ha contribuido a la erosión ideológica de la izquierda, hasta el punto de acercarla a tesis políticas incompatibles con los ideales de libertad, igualdad y fraternidad.