Argumento de La Seda y la Niebla
«Sentada en un café, con su mirada perdida, con su expresión vaga, a menudo me parecía como si estuviese junto a un mar indefinido, junto a una infinita carencia. Quería destilar todo lo que hay de hermoso, de poético, en la vida. Y vivir una pasión encada instante. Romper todo tipo de santurronería, de puritanismo, e implantar la alegre rebelión de la belleza. Hacer el amor en un tren, observar con ojos sutiles el caparazón de una centolla, sentir un poema de Rilke que le has leído. Pero por eso estaba triste. Su mundo erala tristeza, porque el entorno era tan mezquino, tan mediocre, tan vulgar. Pero si ibas a su lado en la calle, por las avenidas de Barcelona, siempre te asomabas a ese misterio, a esa niebla entre la cual persisten hogueras, a esa seda en la que el mundo se hace carne. Era de seda y de niebla.»