El hombre no sólo se halla dominado por una impulsividad inconsciente, como pretende Freud, sino que también hay en él lo que el autor llama una espiritualidad inconsciente. A partir del modelo de la conciencia y de la interpretación de los sueños, enriquecido con ejemplos de su práctica clínica, Frankl logra persuadir al lector, por medios empíricos, de que hay inconsciente en el hombre una religiosidad que implica en él lo que llama «la presencia ignorada de Dios».