El deber de memoria no es, sin embargo, un recuerdo sentimental de lo mal que lo pasaron las víctimas o de lo que nos puede pasar a nosotros, sino la ingente tarea de repensar todo a la luz del sufrimiento que causa la barbarie. Ha habido cineastas como Claude Lanzmann o dramaturgos como Peter Weiss y Juan Mayorga que lo han intentado, pero los filósofos han seguido leyendo sus viejos y venerables libros como si la verdad tuviera que ser impasible ante el dolor y la catástrofe.
Este libro recoge el guante y se pregunta cómo pensar hoy la patria y el exilio, la música, el teatro, la política, el tiempo, la religión o la ética teniendo en cuenta el dictum adorniano según el cual «dejar hablar al sufrimiento es la condición de toda verdad».