Es preciso acercarse a estas páginas con buena voluntad y con un espíritu de comprensión. Nos resultará, seguramente, excesiva la mordacidad del escritor, pero no dejará de impresionarnos la personalidad incomparable de Jerónimo que, aún a distancia de siglos y entre el contraste de luces y sombras, a nadie deja en la indiferencia.
Las voces que han sido comparadas a los rugidos de un león, acaban por hacerse cálidas y suaves cuando se despide de sus lectores, considerándose como el "siervo" que ha tenido la dicha de verse involucrado en la causa que afectaba a la Madre del Señor.