Tras el fin de unas negociaciones los embajadores del rey de España habían intentado emplear cierta agresividad, la posterior firma de los Tratados vino a suponer múltiples pérdidas territoriales, así como compromisos y obligaciones de otra naturaleza que ahora había que asumir...
Con todo, y a través de la Paz de Utrecht, se conseguía por las potencias europeas, con la evidente excepción de España y Francia, el siempre deseado equilibrio, ya que el Rey quedaba al frente de una Monarquía ciertamente desmembrada, que limitaba sus posesiones a la península Ibérica y los territorios de ultramar en América y Asia. A pesar de ello, cuando se cerraba este difícil episodio para la historia de España, la Monarquía Católica seguía Sin Ponerse el Sol.