Iñaki Anasagasti hace aflorar en estas páginas el primer conflicto identitario entre nacionalistas y socialistas, surgido cuando ambos eran socios de un gobierno en el exilio. Sorprende que, en vísperas de la II Guerra Mundial, una serie de responsables vascos pusieran sobre la mesa el concepto de «obediencia vasca» como imperativo de su acción de gobierno. Quizá discutieran sobre ese extremo porque en aquellas circunstancias, con el territorio perdido, sin medios y con una buena parte de la población vasca encarcelada, no tenían ninguna perspectiva de recuperar la autonomía perdida. El telón de fondo era una Segunda República cuyo presidente, Azaña, había dimitido y cuyos máximos dirigentes socialistas, Prieto y Negrín, andaban a la greña. Los vencidos republicanos quedaban a la intemperie, mientras que el Gobierno Vasco había organizado una evacuación modélica.
Gracias a este libro, que contiene una abundante y muy rica documentación epistolar, surgida del cruce dialéctico entre unos y otros, tenemos todos los datos de las tensiones habidas tras una comida en Guéthary, tras plantear los nacionalistas la necesidad de esa «obediencia vasca». En la actuación de los tres consejeros socialistas Aznar, Gracia y Toyos se adivinan las fricciones que se estaban dando entre ellos y el Comité Central Socialista de Euzkadi. Un panorama incendiario en el que el lehendakari Aguirre hubo de actuar como bombero, apagando los fuegos que de manera continua se producían entre ambas familias.